Conforme surgieron las primeras civilizaciones, los modelos de poder se dieron cuenta de que necesitaban presupuesto para abastecer a la población de servicios (seguridad e infraestructura eran dos de los más comunes). Así fue como comenzaron a surgir los impuestos en civilizaciones tan antiguas como lo es la egipcia. Sin embargo, desde aquel entonces y hasta nuestros días ha habido impuestos que son tachados de injustos o de completamente absurdos.
¿Qué motiva a las autoridades a establecer impuestos insólitos? En este artículo hablaremos de algunos impuestos peculiares de la historia y de nuestra actualidad, a su vez, trataremos de entender qué función pretenden desempeñar en el sistema tributario.
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En el Imperio romano, el pago de impuestos era más que común. Para mantener el ejército, el imperio demandaba a sus habitantes contribuir a través del pago de impuestos gravado a distintos productos o actividades. En el siglo I d.C. se creó uno de los impuestos más controversiales de la historia; el impuesto a la orina, llamado urinae vectigal. Cuando escuchamos esto, superficialmente nos puede parecer una locura, ¿quién tasa un impuesto a un desecho fisiológico? Pero el contexto nos puede hacer cambiar de perspectiva.
En la antigua Roma, la orina tenía muchos usos. En las lavanderías se dejaba reposar para extraer el amoniaco, químico que se utilizaba como principal detergente para lavar las prendas de los ricos. También era un producto muy útil en el proceso de curtir la piel pues ayudaba a que se desprendiera el pelo. Entonces, en lugar de dejar que los lavanderos y peleteros recogieran la orina libremente de las letrinas públicas, el emperador Vespasiano tasó un impuesto para el producto y así aumentar la recaudación.
Cuando se le reclamó al emperador que dicho impuesto era vergonzoso, él tomó una moneda, la olió y declaró: Pecunia non olet, que quiere decir, el dinero no huele.
Uno de los reyes de Inglaterra más afamados es Enrique VIII. Usualmente se le conoce por haber tenido seis esposas y haber creado la Iglesia de Inglaterra para poderse divorciar de una de ellas. Sin embargo, también pasó a la historia por un curioso impuesto que entró en vigor en 1535: las personas que portaran barba deberían de pagar un impuesto (el cual sería proporcional al largo de ésta). El objetivo era que la barba se convirtiera en un símbolo de estatus en la corte, sólo los hombres adinerados serían capaces de cubrir los costos que implicaba portar vello facial. Posteriormente, Isabel I, mantendría el impuesto y sería muy estricta, pues comenzaría a aplicar después de dos días sin afeitarse.
Mientras que en Inglaterra se veía la barba como un símbolo de estatus entre los aristócratas, el emperador ruso, Pedro el Grande, buscaba erradicar la costumbre de su país. Después de viajar por Europa notó que muchos hombres sofisticados (particularmente en la corte francesa) no usaban el vallo facial, entonces, en un intento por modernizar su país quiso desincentivar la barba gravándola a un impuesto.
En 1969 en Inglaterra se impuso una tasa obligatoria a las ventanas. La idea de fondo era que las personas más ricas pagarían más impuestos pues ellos eran quienes tenían más ventanas en sus casas. Se esperaba que fuera un impuesto justo según los recursos de la población. Sin embargo, los menos adinerados comenzaron a cubrir las ventanas de sus casas para evitar pagar el impuesto. De tal suerte que, por falta de ventilación, hubo muchas enfermedades entre la población y mejor se optó por eliminar dicho impuesto (pues hay que recordar que para que un gobierno pueda mantenerse necesita ciudadanos a quienes cobrar los impuestos).
Curiosamente, en México, durante el gobierno de Santa Anna, entre 1853 y 1855, también hubieron impuestos a las ventanas y a las puertas, los cuales se sumaron a los ya existentes a los caballos y coches. El trasfondo era el mismo que de Inglaterra, se esperaba obligar a más ricos al impuesto, sin embargo, por una mala planificación, el impuesta nunca se aplicó correctamente y no se aumentó la recaudación como se esperaba.
Entrando a nuestra era, tenemos el impuesto que Corea del Sur implementó a los robots. Así como el impuesto a la orina sacado de contexto suena ridículo, impuestos para robots suena igualmente disparatado, sin embargo, de nuevo encontramos respuestas en el contexto. En 2017, el gobierno coreano decidió gravar un impuesto a las empresas que optaran por implementar robots en lugar de mano de obra. El objetivo era incrementar los costos del uso de robots por encima del capital humano. Es innegable que los robots ahorran muchos costos a las empresas, trabajan sin cansarse, no necesitan un salario, seguro ni ningún derecho laboral. Ante dichas ventajas y el panorama de desempleo, Corea del Sur optó por generar un costo a las empresas a través del impuesto.
Este tipo de medidas gubernamentales buscan proteger a la población del abuso de la tecnología. En nuestra actualidad, plagada de inteligencia artificial, este tipo de impuestos son cada vez más necesarios, pues ayudan a limitar el uso de tecnología en busca de regular éticamente su implementación.
Otra de las grandes preocupaciones de nuestros tiempos es la epidemia de obesidad y la diabetes. El ser humano tiene a su disposición comida como nunca antes en la historia y a la vez, está mucho más expuesto al sedentarismo. La suma de estos factores ha derivado en una alza de enfermedades cardiovasculares que son costosas para los sistemas de salud pública en todo el mundo. En medio de este panorama no es de sorprender que algunos países hayan buscado encarecer la comida chatarra.
En México, en 2013, se gravó un impuesto del 8% a la comida chatarra. A su vez en Hungría, en 2011, se impuso uno del 4%. Aunque estos impuestos hacen que los productos sean más costosos para los compradores, muchas veces por la simple conveniencia siguen siendo consumidos regularmente.
Así como la ética en la robótica y la obesidad son dos preocupaciones de hoy, también lo es el medio ambiente. Reducir nuestra huella de carbono es una tarea cada vez más difícil puesto que cada vez más dependemos de comodidades que resultan ser costosas para el medio ambiente (como bien puede ser el uso de la I.A.). Otra gran carga para el planeta es la industria ganadera, la cual requiere de mucha agua para mantener el ganado y alimentarlo además de grandes extensiones de terreno que suelen eliminar otra biodiversidad. Además, las propias vacas producen gas metano en sus flatulencias.
Las emisiones de este gas por parte de los bovinos no son poca cosa, por lo que algunos países distinguidos por la ganadería han optado por gravar un impuesto a sus flatulencias. En Dinamarca se llegan a pagar entre 108 y 110 dólares por cada animal. Nueva Zelanda recientemente estaba buscando implementar la misma medida. Sin embargo, hay mucha reticencia por parte de los ganaderos, pues tener que pagar dicha suma aumenta los costos y da como resultado que el precio aumente también para los consumidores finales. Es ahí donde entre en juego la cuestión ética sobre si es correcto hacer más caro para las personas un producto básico de consumo en pro del medio ambiente.
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Aunque a muchas personas los impuestos les puedan parecer absurdos en general, hay que recordar que siempre tienen su objetivo. El contexto en el que se crea un impuesto nos puede dar las pautas sobre aquello que buscan regular. Los impuestos nos brindan fondos para que el gobierno pueda cubrir las necesidades de la población, pero también nos ayudan a regular conductas indeseables, de parte de la población en general o en específico de las empresas. Si vemos los impuestos como una herramienta que aporta orden a nuestra sociedad podemos apreciarlos de otra manera. Además del contexto es importante entender cómo se integran a nuestras leyes y reglas, para así aplicarlos correctamente. Para estar al día con todos los objetivos de los impuestos, suscríbete a nuestra compilación de leyes Gazhal y accede a la ley de manera sencilla para que siempre puedas consultar el contexto completo de todos los impuestos.
¿Conocías la existencia de estos impuestos? Cuéntanos en los comentarios.
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