El oro además de ser un metal precioso es también ya una expresión metafórica para cosas que encontramos valiosas. Aunque probablemente la última que se nos ocurriría sería un material tan cotidiano como la arena. Sí así es, la arena que vemos a diario fuera de la casa de los vecinos que tienen alguna obra en construcción. Con la sobrepoblación, sobre todo en países asiáticos, se ha generado una necesidad mucho mayor de construir más y más viviendas, que como consecuencia generan un uso excesivo de los recursos naturales. Tanto es, hoy en día, la demanda de la arena que grandes capos han comenzado a traficar con ella.
El desarrollo de los países va siempre de la mano con la modernidad, una promesa que en sus comienzos tenía la intención de acabar con la escasez y por el contrario traer una vida de abundancia para todos. La promesa jamás se cumplió, en su lugar se quedaron procesos de modernizadores que poco o nada tienen que ver con la promesa inicial.
Los procesos modernizadores son todas esas acciones que bajo el discurso y la promesa del progreso y la modernidad destruyen y construyen grandes estructuras. Por ejemplo, se podría decir que el Tren Maya es una obra modernizadora, pues por ahora se ocupa más de los beneficios económicos que pueda traer, que de todos los problemas que ocasionará a nivel ecológico. Los desplazamientos de las personas que viven en zonas cuyas casas se interponen en el paso del desarrollo son víctimas de esos procesos modernizadores.
Así la fiebre urbanística es uno de los dispositivos de esos procesos. Por ejemplo, aunque China es uno de los primeros y más grandes importadores de arena, tan sólo en tres años compró más arena que Estados Unidos en el siglo XX; esto debido a su gran actividad constructora. Sin embargo, muy pocas personas pueden tener acceso a una vivienda en este país. Basta ver las condiciones inhumanas en las que viven muchas personas y su alta tasa de suicidios que en gran parte se debe a la orfandad en la que se sienten sus habitantes. Incluso, aunque las condiciones de vida sean precarias, Hong Kong es uno de los lugares más caros para vivir en el mundo.
Al paso al que avanza el desarrollo urbano se podría desencadenar una crisis por falta de arena. Aunque seguramente ustedes se estarán preguntando ¿cómo puede acabarse la arena habiendo tantos y tan vastos desiertos? Tiene usted razón, los desiertos están llenos de arena, lo lamentable es que esa arena no sirve para la construcción. La arena de los desiertos ha sido sedimentada durante millones de años de tal manera que sus granos no son factibles para la construcción de hormigón.
A nivel mundial la arena y la grava producen alrededor de 57,000 millones de euros anuales, esto sin contar la derrama que se da en el mercado negro. Este negocio, aunque sumamente erosivo, tiene otro lado igual de oscuro.
Frente al apetito insaciable de países como China e India, la demanda tiene que suplir desde la ilegalidad, esto genera un mercado alterno que trae consigo todavía más corrupción pues se pagan altas sumas de dinero a funcionarios para que permitan estos manejos ilícitos. Lo lamentable es que la cosa no termina ahí pues ya son varios los activistas que han perdido la vida por tratar de visibilizar este gran problema.
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Las consecuencias no acaban aquí pues los daños que esto ocasiona al planeta son muy serios. Las islas vecinas tanto de India como China han ido disminuyendo su extensión, muchas incluso han desaparecido. Esto sin contar que para la construcción del hormigón también se necesita mucha agua.
La situación no parece que vaya a mejorar pronto, aun cuando se han hecho ya muchas advertencias a nivel global con respecto a nuestro modo de consumo. Será decisivo el procedimiento que se decida implantar en el futuro inmediato, pues de seguir las cosas así, nuestro planeta estará condenado.
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